Mucho se ha dicho acerca de la reforma de los institutos de formación docente, pero efectivamente ¿que es lo que sabemos? Es aquí donde me parece importante centrar nuestro debate. Lo que hoy se debate es convertir los institutos de formación docente en instituciones universitarias. Para ello el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires propone absorber los 23 profesorados que actualmente existen en la ciudad en una sola institución. Desde la comunidad educativa entienden que esta medida atenta contra la naturaleza misma de los profesorados. Temen, con sobrados motivos, que perspectivas, materias y orientaciones queden en el camino hacia la articulación del profesorado universitario.
Actualmente la propuesta que esgrime el gobierno porteño pareciese que no busca inscribirse en un proyecto educativo. Vale preguntarse ¿Para que reformar entonces? Todos sabemos que necesitamos dar un salto cualitativo en materia de educación y encarar este proyecto desde la formación docente podría ser la medida correcta. Sin embargo el proyecto no realiza un diagnostico de la situación actual. No tiene objetivos ni un horizonte claro de hacia donde se quiere llegar ¿Hay que cambiar para que todo siga igual?
Otro elemento importante de esta reforma son los cambios a nivel organizativo que debe encarar. El gobierno por un motivo u otro no ha brindado mayores detalles acerca de como piensa absorber personal docente y no docente de 23 establecimientos distintos en una única institución ¿Que ocurrirá con las autoridades de cada profesorado? ¿Se unirán materias de distintos profesorados? ¿Se respetaran los cargos docentes? Son preguntas que actualmente circulan en el mundo docente y desde la Ciudad pareciese que no quieren responder.
Una transformación de este tipo requiere de un consenso mínimo de parte de la corporación docente. A pesar de esto, parece que el gobierno tiene poco o nulo interés en generar este consenso alrededor de su reforma. En la elaboración del proyecto han faltado instancias de participación para miembros de las comunidades educativas y de expertos. Resulta difícil pensar un camino poco sinuoso en la implementación de este proyecto.
Una vez más el denominador común de los problemas vuelve a ser la transparencia. El misterio con el que se mueve el gobierno porteño para trabajar esta reforma es lo que ha generado suspicacias. No pueden pretender que la comunidad educativa no tenga dudas o inseguridades a la hora de reformar su lugar de desenvolvimiento. Mucho menos pueden dejarlos sin respuestas válidas.
Al terminar el día, con o sin reforma, nos encontramos con un escenario abrumador. Con las condiciones actuales en las que se encuentra el sistema educativo, ni siquera el docente mejor formado podría hacer mucho. La perdida de valor del salario docente, el estado marginal de muchos edificios destinados a la educación hacen imposible que cualquier tipo de reforma tenga un impacto real. En tanto no haya un proyecto transparente, que abarque los distintos niveles educativos y con objetivos claros -es decir, hasta que no repensemos de lleno la educación que queremos- no hay reforma que valga.