En la Defensoría hemos notado un marcado aumento en las denuncias por casos de fraude bancario que sufren los ciudadanos de la Ciudad de Buenos Aires. Los medios de la estafa pueden variar, correos electrónicos, mensajes de texto, llamadas telefónicas, redes sociales y más.
En muchos casos, los estafadores se aprovechan del miedo y la confusión que genera la pandemia. La irrupción del virus en nuestras vidas está teniendo un evidente impacto sanitario, pero también social y económico. El proceso de cuarentena sin precedentes en el que nos encontramos muchos países nos ha obligado, entre otras cosas, a cambiar nuestros hábitos de consumo y la forma de interactuar con nuestros servicios. En este contexto, el fraude (tanto el oportunista como el organizado) está incrementándose bajo el amparo de esta situación excepcional, atraído por la elevada inseguridad laboral y la incertidumbre.
En un intento por frenar este aluvión de estafas virtuales todos los bancos del país se unieron a través de sus respectivas cámaras para lanzar una campaña con mensajes elementales sobre ciberseguridad.
La iniciativa incluyo a las entidades agrupadas en la Asociación de Bancos de la Argentina (ABA), la Asociación de Bancos Públicos y Privados de la Argentina (ABAPPRA), la Asociación de la Banca Especializada (ABE), la Asociación de Bancos Argentinos (ADEBA). Y consistió en hacer llegar a los clientes la misma serie de recomendaciones bajo el mismo formato.
En motivo de esto es que desde la Defensoría acompañamos la iniciativa promocionando las recomendaciones y organizamos una reunión con estas asociaciones bancarias para discutir cuales son los pasos siguientes y como trabajar los casos donde la estafa ya ocurrió.
El diagnóstico de las cámaras es que los delincuentes se aprovechan de la falta de conocimiento del público usuario general, y en especial de los más vulnerables. Debido a que la localización y el tratamiento posterior de estas estafas es muy dificultosa, es que las asociaciones entienden que la mejor herramienta es la prevención a través de la educación financiera de los usuarios.
Este tipo de estafas golpea especialmente a quienes tienen poca educación financiera. Es decir, a los grupos más vulnerables. El fraude financiero es uno de los principales obstáculos para una mejor inclusión financiera. Si el Estado no puede garantizar la seguridad de los medios digitales para aquellos que recién se integran, efectivamente los está marginando aún más y profundizando las desigualdades existentes.
Aunque la concientización es necesaria no es suficiente. Es necesario mejorar los canales existentes (o incluso crear canales nuevos) para los casos donde la estafa ya ocurrió. Asimismo, debe investigarse sobre los potenciales filtrados de datos de usuarios bancarios sin los cuales muchas de estas estafas serian imposibles.