Las últimas semanas fuimos testigos de una escalada de violencia retórica y fáctica en el mundo. Aunque algunos tantearon con la idea de un nuevo conflicto abierto a nivel global afortunadamente estamos lejos de eso.
Sin embargo estas acciones nos llaman a una toma de conciencia sobre la violencia y sus consecuencias inmediatas.
Un mundo en estado de alerta constante, sin perspectivas a corto ni mediano plazo no es útil para ningún actor. Y en última instancia, hasta es peligroso para la población civil como ha ocurrido recientemente con el derribo del avión de pasajeros sobre espacio aéreo iraní.
Aunque podría parecer que la Argentina no estaría en riesgo directo por estas acciones eso no es motivo para dejar de expresar preocupación. Los atentados terroristas que ocurrieron en nuestro país son prueba de cómo, a pesar de no guardar un lugar central en estas discusiones, estamos expuestos a la violencia. Los atentados contra la Embajada de Israel y contra el edificio de AMIA hoy siguen son incógnitas abiertas y son una herida que nos recuerda la falta de compromiso de nuestra clase política.
Tampoco hace falta viajar a lugares distantes para encontrar a la violencia en su peor forma. Aquí en América del Sur somos testigos de cómo el pueblo venezolano se enfrenta a un régimen que ha perdido legitimidad y se sostiene bajo el uso de la fuerza.
Algo parecido ocurre con Evo Morales. El Jefe de Estado boliviano está en nuestro país en condición de refugiado, este es su derecho y es correcto que nuestro país le brinde asilo. Sin embargo, en el momento que esté convoca a la organización de milicias profundizando la espiral de violencia que hoy hay en Bolivia el mismo atenta contra los tratados internacionales que lo amparan. Nuevamente, la violencia se constituye como el principal problema a la hora de alcanzar acuerdos y restituir el orden legal.
Yendo más allá es importante recuperar que las víctimas en todas estas situaciones son humanos, y como tales son objeto de derecho. El atentar contra la vida de los mismos, en particular cuando son civiles, es un delito que atenta contra nuestra propia naturaleza y debe ser reprobado por la comunidad internacional y llevado ante la justicia.
El camino de creación y construcción de derechos es duro. Y probablemente sea más duro si hoy no levantamos la voz contra las atrocidades e injusticias que se cometen frente a nuestros ojos. Hoy contamos con herramientas legales para dirimir los conflictos y más que nunca existe un consenso en el mundo que nos acerca a acuerdos entre partes aparentemente disimiles.