En pocos países la cuestión de la deuda pública es tan relevante como lo es en Argentina, especialmente estos últimos años. El tema siempre está presente en la discusión y en la agenda pública, ya sea en las negociaciones con el FMI, en la presentación de un nuevo presupuesto o en la discusión sobre las posibilidades de una nueva reestructuración.
En la esfera política una de las formas más comunes que toma este debate es el de una discusión necia y de oídos sordos entre ambos sectores de la grieta y donde ambos buscan señalar las responsabilidades del otro y desentenderse de las propias.
En esta discusión circular, los argumentos se repiten infinitamente como mantras y son muy pocos los que buscan construir sobre la discusión para aprender de los errores cometidos.
Quienes se encuentran en la oposición argumentan que la mayor parte de la deuda tomada por el gobierno de Macri fue usada para repagar las deudas dejadas por el kirchnerismo, que el elevado nivel de déficit fiscal dejado como herencia forzó a la gestión a elegir entre emitir y tomar deuda y que los problemas de deuda actuales se deben a la poca confianza que los sectores más extremos del oficialismo genera en los capitales internacionales.
Por el otro lado, desde el gobierno se remarca como durante el gobierno de Macri se facilitaron e impulsaron comportamientos financieros especulativos, además de que existió un ritmo inaudito de endeudamiento en dólares y se entregó la soberanía económica argentina en lo que fue el acuerdo mas importante del FMI en toda la historia cuyos dólares se usaron para “fugarse”.
La semana pasada este debate se repitió una vez más con una nueva forma. Alfonso Prat Gay, ex ministro de economía, publicó un tweet mostrando cómo el gobierno de Alberto Fernández superó en sus dos años de gestión la cantidad de deuda tomada durante todo el gobierno de Macri.
En respuesta a esto el Ministerio de Hacienda publicó un hilo sosteniendo que la afirmación de Alfonso Prat Gay es falsa. Lo absurdo de la situación fue que los datos que utilizó el exministro de economía surgían del “Informe Mensual de la Deuda” que publica el actual ministerio. Es decir, el Ministerio de Hacienda hizo un hilo desmintiendo sus propias estadísticas.
Sin embargo, hay algo de verdad en lo que se planteó desde el ministerio. La discusión es mucho más fina de lo que parece a simple vista. Existen diferencias entre las formas en que cada gobierno se endeudó. En particular entre la deuda en pesos y en dólares, pero ambas tienen complicaciones severas.
Tomar deuda en divisa extranjera siempre representa para un país un riesgo ya que se pierde el recurso de emitir para pagar, es aquí donde se genera la falta de divisas por parte del gobierno. Además, se pierden grados de libertad en la política cambiaria ya que las devaluaciones aumentan el peso de la deuda en relación al producto. También es cierto que la deuda con el FMI impone exigencias sobre las naciones deudoras que ningún otro tipo de deuda tiene ya que implica tener que negociar el programa económico del gobierno.
Pero esto no significa que la deuda en pesos no tenga otro tipo de problemas. Si la forma en que se pretende pagar esa deuda es emitiendo, entonces el costo lo pagamos todos con la inflación. Incluso se corre peligro de dirigirse a una hiperinflación en un futuro no tan lejano. Situación que repercute directamente sobre aquellos que menos tienen donde la capacidad adquisitiva de sus salarios real se ve disminuida casi diariamente. Además, estas malas prácticas son justamente el motivo por el que nadie quiere prestarle a Argentina en pesos.
Para comprender mejor y generar debates productivos como país sobre este tipo de dinámicas es importante contar con datos claros, de fácil acceso y fidedignos. Es necesario que todos los sectores políticos reconozcan el peligro y el riesgo que representan tanto el nivel de deuda como la composición de la misma. Es imperioso poder lograr acuerdos sobre el nivel y la forma de ejecución del gasto que debe tener el Estado Argentino, que sea sostenible en el largo plazo buscando la equidad y la eficacia de los mismos.
Estar constantemente tratando de asignarse responsabilidades es llorar sobre leche derramada. No ser unidos nos debilita como nación y nos deja frágiles a la hora de redefinir nuestro camino. Los discursos simplistas y reduccionistas, que alimentan la grieta, no van a permitir que ingresemos en la senda del crecimiento, de la ampliación de derechos y de la construcción de una sociedad más justa y de iguales.