El próximo 10 de diciembre inicia una nueva etapa en la Argentina como ocurre cada 10 diciembre desde 1983. Desde esa fecha nosotros recordamos y apostamos a un proceso democrático que se ha consolidado, pero que todavía necesita fuerza y energía para encontrar solución a muchos de los problemas de los argentinos.
Este próximo 10 de diciembre marca además un momento clave para la historia argentina reciente, no sólo el oficialismo fue derrotado en las elecciones de medio término sino que además el peronismo por primera vez desde el retorno de la democracia perdió el quórum propio en la Cámara de Senadores. Esta característica del sistema político argentino, que para algunos brindaba estabilidad y para otros creaba cercos, era un elemento con el que la vida política argentina lidiaba y estaba acostumbrada a tratar. Ahora que esta realidad formará parte del pasado sólo podemos imaginar como se verá el futuro más cercano.
Sin duda esto que para muchos es una crisis, también representa una oportunidad. En el caso del gobierno para escuchar y trabajar más con una oposición diversa y ávida de construir nuevos consensos. Para la oposición esta es una oportunidad de seguir construyendo una Argentina tolerante, diversa y colaborativa.
Mientras tanto, no podemos dejar de lado la terrible crisis que nuestro país atraviesa. Un 40% de la población de nuestro país se encuentra bajo la línea de pobreza y la inflación interanual supera los 50 puntos. Ciertamente la pandemia de covid-19 ha tenido un impacto severo en nuestras realidades, sin embargo los problemas que la Argentina arrastra ya son crónicos y dependen de muchísimas más variables.
Es en ese sentido que la Argentina necesita, y ahora tiene una gran oportunidad, de diagramar consensos básicos de cara a una sociedad que los exige a gritos. Este 10 de diciembre tenemos una chance, como la tuvimos aquel 10 de diciembre de 1983, de empezar a superar los problemas de nuestro país, pero para ello será necesario una demostración de humildad, compromiso y altura de parte de todos los actores políticos, pero sobre todo del gobierno, que cuenta con los mayores recursos -y también los mayores riesgos- para hacer realidad esta ilusión.