Nos encontramos ante el inicio de la segunda ola. Este viernes 26 de marzo Argentina alcanzó los 13000 casos diarios, el nivel más alto desde el 14 de enero. Aunque esto se deba en parte al aumento en la cantidad del testeos, los elevados niveles de positividad indican que esto no alcanza a explicar el crecimiento en los contagios reportados. El fin del verano y la aparición de nuevas cepas son los principales motores de la segunda ola, por lo menos así lo fue en Europa.
La situación es mucho mas grave debido a que la política de vacunación no está dando los resultados esperados. El principal problema es que no estamos recibiendo las vacunas que compramos. El gobierno logró promesas por un total de 66 millones de vacunas (57 millones compradas, mas otras 9 millones por el fondo COVAX) las cuales, teniendo en cuenta la dosis doble, alcanzan para vacunar al 72% de la población. Sin embargo, al 28 de marzo, solo hemos recibido un 7.3% de las mismas.
Sería injusto depositar toda la culpa de esto en el gobierno nacional. El faltante de entregas de vacunas no es problema único de Argentina, sino que se da en todo el mundo. Este problema se da incluso en los paises de alto ingreso, aunque en menor medida. En términos globales, la tasa de vacunación argentina se encuentra muy cerca de la media latinoamericana, ósea muy retrasada en comparación a Norteamérica y Europa, aunque algo por encima de la media mundial. En términos regionales, Argentina es el cuarto país sudamericano que más vacuno, muy por debajo de Chile y Uruguay, con niveles similares a Brasil y muy encima del resto de los países de la región que casi no realizan vacunaciones.
La falta de vacunas tampoco es un problema propio de las vacunas con las que trabaja la Argentina, ocurre lo mismo con las vacunas producidas por laboratorios privados como la de Pfizer. Argentina ha comprado 30 millones de Sputnik V y ha recibido un 11% de las mismas, 22 millones de AZD1222 de las cuales no ha recibido ninguna, 10 millones de Covishield de las cuales ha recibido un 6% y 4 millones de Sinopharm de las que recibió un 25%.
Un segundo problema es que el ritmo de vacunación actual es demasiado lento. Al ritmo actual de 800 mil dosis por semana tardaríamos aproximadamente 20 meses en utilizar todas vacunas que compramos. El ritmo al que se entregan las vacunas es un limite natural al ritmo con el que aplicamos vacunas. Si las vacunas se aplican mas rápido de lo que se tarda en reponerlas, el stock se agotara tarde o temprano. Sin embargo, el hecho de que siguen sin aplicarse casi el 20% de las vacunas que se recibieron indica que hay espacio para acelerar el ritmo.
Ante la falta de vacunas se decidió diferir la segunda dosis para dentro de tres meses en vez de las cuatro semanas recomendadas. Aunque no hay mucho evidencia al respecto, la poca que existe avala esta política. El verdadero peligro recae en que ocurre si cumplidos los tres meses no dichas vacunas no llegan.
Un tercer problema es la mala distribución que se hizo de las vacunas, principalmente debido a su uso político. El ejemplo más divulgado es el de las famosas vacunaciones VIP a funcionarios, familiares y amigos del gobierno. Pero esta no es la única forma en que las vacunas están siendo distribuidas desigualmente con motivos políticos.
Las vacunas para población de riesgo están siendo entregadas con mayor propensión a las jurisdicciones oficialistas. Es decir, las provincias oficialistas reciben más vacunas que las opositoras en relación con lo que se necesita. Esto se puede observar cuando contrastamos el porcentaje de vacunas recibidas en relación con la cantidad de población de riesgo que posee cada provincia. Como se ve en el gráfico de abajo, las provincias opositoras recibieron 0.96 vacunas por cada persona mayor a 65 años mientras que las provincias oficialistas recibieron 1.1, es decir un 14% más. Las jurisdicciones fueron categorizadas en base al resultado de las elecciones presidenciales del 2019.
Lo mismo ocurre cuando observamos para personal de salud, donde las provincias oficialistas reciben más del doble de vacunas:
Aunque la distribución es virtualmente idéntica cuando se trata de personal docente (las oficialistas reciben apenas un 0.05% más de vacunas por docente):
El acceso igualitario a las vacunas es un derecho humano, y especular políticamente con ellas en el medio de una pandemia es inaceptable. La vida de los argentinos esta por encima de la grieta. La política sanitaria debe responder al bien común, no al bien de los partidos políticos. No hay motivo porque la repartición de vacunas no deba ser proporcional a la cantidad de personal esencial y personas de riesgo de cada jurisdicción.
Dado que no contamos con las vacunas para hacer frente a esta segunda ola, tendremos que utilizar otros métodos. Por eso debemos contar con dirigentes que actúen con integridad, que comuniquen y resuelvan con precisión. También es importante entender que como ciudadanos no jugamos un rol pasivo en la pandemia, debemos vivir con responsabilidad y consciencia para protegernos mutuamente y evitar la mayor cantidad de contagios posibles. Tenemos que aprender a convivir con el virus, sin relajarnos absolutamente pero tampoco viviendo con miedo.