Chile vive horas de conmoción y necesita del apoyo y la solidaridad de los países de la región. El respeto a los Derechos Humanos se vuelve un faro indispensable para pensar estos problemas y encausarlos en una vía democrática e institucionalizada.
Lejos de querer hacer un raconto histórico de los hechos creo que vale más tomar una posición en pos de la construcción del dialogo y el entendimiento. Evidentemente lo que ocurre en Chile es consecuencia del fin del intercambio entre sociedad y la clase política. La respuesta desmedida del gobierno ante el reclamo por el encarecimiento desmedido del costo de vida es injustificable. El llamado a una “guerra” contra las manifestaciones del Presidente Piñera pone de manifiesto su desconexión con la realidad chilena.
La restitución de la paz demanda una solución política. El gobierno chileno no puede pretender retomar la normalidad recurriendo a métodos netamente violentos donde no se respetan ni las garantías ni los derechos de los manifestantes. El Instituto Nacional de Derechos Humanos de Chile da cuenta de la detención de 1420 personas de los cuales al menos 180 son menores de edad. A estos se le suman el creciente número de víctimas fatales.
Si el gobierno chileno no tiene la sensatez de abrir el juego y detener la escalada de violencia podemos estar ante las puertas de una tragedia todavía mayor de la que estamos siendo testigos estos días. La violencia legítima que ejerce un Estado no puede devenir en una fuerza criminal y persecutoria dado que atenta contra su misma naturaleza, que es de proteger a la sociedad que integra.
Es sumamente difícil hablar de seguridad en la región sin retrotraernos a las experiencias totalitarias y al terrorismo de Estado. Teniendo estas experiencias comunes es importante destacar que las fuerzas que le pudieron poner fin a esas tragedias fueron los consensos, el dialogo y la Justicia enmarcadas en una sociedad comprometida con los derechos.
La discusión tiene que ser por acá. En la construcción de una alternativa que traiga paz al pueblo chileno a la vez que aplique las reformas necesarias para una mejor distribución de la riqueza y el empoderamiento de una sociedad que ya en el pasado supo apostar por una salida democrática.