Este sábado llega la primavera. Con ella vuelve el calor, las actividades al aire libre y la juventud regresa a los espacios verdes de la Ciudad. Es una época ideal para que florezcan nuevas ideas y propuestas. Con la primavera viene siempre una gran oportunidad para discutir y poner en perspectiva los problemas de la juventud. Sus ambiciones, sus necesidades y sus actividades.
Es por esto que quiero aprovechar para hablar sobre un problema latente que existe en la Ciudad de Buenos Aires. Un problema que afecta a los miles de chicos que estudian en la ciudad, desde los más chicos hasta los más grandes. Me estoy refiriendo al bullying, que cada día se vuelve más usual y más frecuente, y que cada vez el Estado hace menos al respecto. Necesitamos tomar acción.
Aprovechemos esta primavera para preguntarnos acerca de las actitudes que tomamos y que toman los jóvenes que nos rodean. Por ejemplo, es fundamental entender que el bullying no se limita únicamente a la dinámica que se da entre los agresores y agredidos. Aquellos que observamos de forma pasiva solo ayudamos a reproducir estas prácticas. Solo cuando el medio reconoce como intolerables estas acciones es que podemos empezar a pensar en detener el bullying. Por eso es importante que todos aportemos nuestro granito de arena contra el acoso escolar, y que, si conocemos algún caso lo reportemos. Ya sea con una autoridad escolar o con el Ministerio de Educación.
A su vez el bullying como fenómeno, está plagado de problemas y confusiones. Es muy frecuente encontrar mitos o prejuicios a la hora de lidiar con esta problemática. En nuestro esfuerzo por hacer frente al bullying nos hemos encontrado con la naturalización del mismo. Es común escuchar frases como “Es cosa de chicos”, “No es tan grave” e incluso nos hemos encontrado con ideas que enfatizan esta práctica como parte formativa de la personalidad. Esta naturalización del bullying es errónea y solo profundiza y dificulta el trabajo hacia soluciones de entendimiento y comprensión.
Junto a la naturalización muchas veces aparece la inevitabilidad del bullying. Se cree erróneamente que este es imposible de prevenir, detectar tempranamente e incluso solucionar. Al contrario, existen experiencias más que positivas donde al orientarse la discusión sobre la educación, la diversidad y el entendimiento es posible detener y prevenir el bullying.
El punto más complejo de esta problemática es que entra en tensión el ambiente escolar. Es imposible para una persona en formación escapar de una escuela donde le hacen bullying. El agredido está obligado a repetir la tortura todos los días. Es importante poder garantizar que la educación se de en un contexto de respeto e inclusión, no de agresiones.
Aprovechemos el cambio de estación y las buenas vibras para pensar una ciudad más inclusiva, más alegre y con menos bullying.