Mientras escribo estas líneas el Amazonas arde. Miles especímenes de flora y fauna autóctona del cono sur perecen ante el calor de las llamas que consumen la selva a su paso. Mientras tanto a pocas cuadras de donde estoy el Riachuelo, en silencio, transforma la vida de miles de familias que viven a su vera.
La contaminación y el impacto ambiental dejan su marca en este rincón de la tierra. Aunque son fenómenos distintos son dos caras de la presencia del hombre en el Planeta Tierra. Con nuestra presencia no sólo afectamos la vida y desarrollo de animales y plantas sino que también ponemos en juego nuestra propia especie y su integridad.
Hoy necesitamos pensar herramientas para poder proteger el medioambiente. No podemos caer en un lugar voluntarista de querer salvar el medioambiente únicamente cuando este ya está en peligro. Debemos reconocer los vectores de peligro y poder operar sobre la prevención y mantenimiento de nuestro ecosistema.
Los derechos ambientales son novedosos en la región y suponen – en nuestro país – una gran herramienta para empoderar a las provincias y comunidades. Sin embargo muchas veces prevalen intereses sectoriales que impiden la correcta protección del medioambiente. Ante esta situación necesitamos reafirmar las políticas existentes y profundizar la legislación en materia medioambiental teniendo como eje central el federalismo y la cooperación.
América Latina tiene un rol fundamental para el desarrollo y mantenimiento de la vida. No solo tenemos paisajes hermosos, sino que muchas veces estos son parte de ecosistemas complejos que contribuyen de gran manera a la producción de oxígeno y agua dulce. Hoy no tenemos dispositivos para cuidar de forma mancomunada con otros países estos recursos valiosos para la humanidad.
Este problema va más allá, nos encontramos con que incluso allí donde los gobiernos se comprometen y deciden accionar, la falta de presencia de estos temas en la agenda del público transforman políticas públicas en agujeros negros de corrupción. Una experiencia más que cercana es ACUMAR. Creada con el objetivo de sanar la Cuenca Matanza Riachuelo, reubicar a las poblaciones que se ven afectadas por su contaminación y multar a las empresas que vacíen sus desechos en el cauce del río, ACUMAR fue recibido como un faro de esperanza. Desde su creación en 2006 a la actualidad ha brillado la ausencia de acciones que ACUMAR ha realizado para solventar este problema.
La Defensoría del Pueblo de la Ciudad junto a otros organismos de control, hoy sigue de cerca las acciones de ACUMAR con el objetivo de lograr que el ente opere sobre los distintos distritos a fin de cumplir con su objetivo.
El Riachuelo y el Amazonas hoy son solo dos de los episodios más tristes que le toca vivir a la región. Necesitamos políticas que integren a los actores, que tomen en cuenta la opinión de expertos y las comunidades afectadas, que cuente con recursos y con las atribuciones para hacer cumplir la ley.
El mundo es uno solo. Cuidarlo es cuidar nuestro presente y nuestro futuro.