Nos encontramos una vez más con el debate por la baja a la edad de inimputabilidad. Estrictamente estamos discutiendo en qué punto un menor empieza a ser responsable por las acciones criminales que comete y si efectivamente pueden ir o no a una institución carcelaria.
Muchos políticos levantan discursos donde exaltan los vicios de los jóvenes y los ponen como principales responsables de la acción criminal. A partir de este panorama hay quienes empiezan a denunciar la falta de Estado de Derecho y que su principal falencia es la “ventana” de la minoridad por la que los criminales escapan cada vez que son aprehendidos.
Pienso, y no creo ser el único, que la mejor política de seguridad no es una política orientada a la represión. Al contrario, creo que el punitivismo solo lleva al abarrotamiento de las cárceles con personas en situación de marginalidad que a su vez son sometidas a condiciones infrahumanas. Sobre todo esto lo que nosotros encontramos es la ausencia absoluta del Estado en el momento que más importa: durante el desarrollo de la persona. Si el Estado no estuvo presente durante la niñez de una persona a través de escuelas y hospitales no podemos pretender suplir esta falencia haciendo al Estado presente durante la adultez en forma de una cárcel. La mejor política de seguridad es una política de Estado presente. Un Estado que se haga presente en instituciones educativas con profesionales de calidad, instalaciones óptimas y programas de avanzada. Creo que todos coincidimos que esta es la mejor forma de combatir la criminalidad a largo plazo. Sin embargo, a pesar del consenso generado sobre esta idea la clase política argentina ha fallado en brindar una solución acorde durante los últimos 20 años.
No solo el Estado debe hacerse presente, también otras instituciones como clubes de barrio y centros culturales brindan espacios de contención que permiten a los jóvenes permanecer lejos de los círculos criminales. Existe una relación entre criminalidad y drogadicción. Según un estudio sobre el perfil de los jóvenes bajo tratamiento por adicción surge que el 67% de ellos reconoció haber cometido delitos. Es importante destacar que en la mayoría de los casos de drogadicción están ligados a ambientes domésticos violentos y donde existen situaciones de abuso de sustancias. 78% de los jóvenes en tratamiento por adicción reconocen que provienen de hogares donde existían problemas de alcoholismo o drogadicción. Así es que se configura una espiral de la inseguridad, que comienza con la ausencia de un Estado activo que prevenga y trate los problemas de salud y educación, continua con hogares violentos y se expresa de forma más violenta en robos ligados a compraventa de droga.
En el contexto actual de cierre de escuelas y desfinanciamiento de la salud pública es poco probable que la baja a la inimputabilidad resulte en la solución a los problemas de seguridad. En todo caso la baja a la inimputabilidad es el síntoma más triste de este problema.
A pesar de todo esto, tenemos que considerar que cantidad de los delitos efectivamente son realizados por menores de edad. A partir de datos del Ministerio Público Fiscal de la Ciudad de Buenos Aires y el Informe sobre jóvenes, delitos y adicciones del Ministerio de Justicia de la Nación podemos estimar que menos del 10% de los delitos los cometen menores de edad. También, según el Consejo de la Magistratura, del total de delitos cometidos por menores solo el 6% son homicidios. El problema de seguridad ligado a la juventud es un hombre de paja. Es una solución fácil de comunicar a un problema que no es tan profundo como quieren hacer creer y que ciertamente cuenta con soluciones alternativas que en lugar de dificultar el desarrollo de los jóvenes los potenciaría.
Sin embargo las políticas no son unilaterales. Tienen que estar integradas y tener una lógica. Creo que a una política que tenga un Estado presente en Educación y Salud tiene que acompañarle una política de modernización, capacitación y control de las fuerzas de seguridad. Los agentes de seguridad tienen que estar capacitados para actuar en toda situación, con la equipación pertinente y con los controles necesarios para evitar y castigar los excesos. Solo con una visión integral del problema encontraremos una solución. Una vez más la solución corre por un Estado presente.