En el día de ayer la Legislatura de la Ciudad sancionó la ley modificatoria de la ley N° 1854, mejor conocida como ley de Basura Cero. En los fundamentos de esta última, se entreveían objetivos sumamente positivos, de haberse llevado adelante en la práctica, a saber: la realización de un cronograma con metas y plazos claros, la adopción de medidas dirigidas a la reducción de la generación de residuos, la recuperación y el reciclado, así como también la disminución de la toxicidad de la basura y la asunción de la responsabilidad del fabricante sobre sus productos; lo iba implicar la participación de la comunidad, de los recuperadores, comerciantes, fabricantes, organizaciones sociales y del Gobierno garantizando un cambio respecto al tratamiento y disposición final de los residuos urbanos que significaría la preservación del medio ambiente y de la salud de la población.
La mencionada ley se había propuesto la eliminación progresiva de los rellenos sanitarios y la incineración, por un programa de basura cero como sucede en las grandes ciudades del mundo. De hecho, en su artículo primero, específicamente estipulaba que se debía descartar como metodología los rellenos sanitarios y la incineración y/o valorización energética y en su artículo cuarto se prohibía expresamente la incineración de residuos urbanos con o sin recuperación de energía.
Hoy en día, el Gobierno de la Ciudad reconoce haber avanzado en la reducción progresiva de la disposición final en relleno sanitario, a través de la incorporación de tecnologías de avanzada, que sostiene han permitido que se encuentre completamente contenerizada, con un sistema que distingue residuos secos de húmedos, permitiendo así la recuperación de los materiales reciclables.
No obstante, los objetivos que, el mismo gobierno se propuso, no fueron alcanzados y peor aún, las herramientas que hace 13 años resultaban completamente nocivas para los ciudadanos porteños, hoy devienen en la única y mejor alternativa para resolver la problemática de los residuos en la Ciudad. Justamente, la valorización energética, que había sido completamente descartada e incluso prohibida, hoy es revalorizada y jerarquizada como la única herramienta posible y necesaria para mejorar la eficiencia de la gestión de residuos.
Desde esta Adjuntía, estamos convencidos que dar marcha atrás en nuestros pasos no es la forma resolver nuestros problemas. Si los 100.000.000 de pesos que la Ciudad entierra por mes en el CEAMSE y que, con la nueva ley, procederá a quemar fueran utilizados para crear medidas que fomenten la cultura de separación de residuos y políticas públicas desarrolladas al largo plazo, no tendríamos que implementar este tipo de políticas que devienen en medidas diametralmente distintas a las que apostamos como sociedad una década atrás y que atentan directamente contra la salud y la integridad de todos/as los/as porteños/as.
Estamos fallando en el foco de las discusiones, que no se hayan cumplido los objetivos propuestos por la ley de Basura Cero, no nos puede resignar como sociedad a olvidar el cambio cultural sostenido en el tiempo que nos habíamos propuesto, para ser mejores ciudadanos y tener una Ciudad más limpia. Ese es el eje del problema hoy, y también lo era hace 10 años. El método para procesar los residuos termina siendo una discusión secundaria, si la comparamos con la evolución cultural que conlleva esta problemática y que, el Gobierno tiene la obligación de coordinar y desarrollar en los distintos ámbitos de la sociedad.